Buscarse en la mirada ajena, identificarse. Perderse en la construcción de una realidad que no es más que fantasía.
Mentir, siempre mentir.
Es bueno comprenderme y aceptar no me entiendo.
En mi vida esta es una nueva era. Ni se si son los astros, si es porque soy de tauro. Andá a saber.
A mi interlocutor, le cuento:
Me río de vos y tu adolescencia eterna.
Me río de mí y de mi inmadurez sinfin.
Fuiste un poco mi instrumento. Y así como te usé, vos me manipulaste.
Me solés ganar en nuestra carrera de egos. Tenés un mundo más sólido, más popular que yo.
Y aunque lloro, pataleo y te canto las cuarenta, en el fondo no me importa. Yo lo se, vos lo sabés. Estás muy sólo y triste.
Perdoname. No tuve más que amor infantil para darte.
Y así como me expongo, te olvido. Y así como te ocultás, me pensás.
Fui difícil para vos, te desarmé y vos lo intentaste. Tu presencia me duele más que tu ausencia, casi siempre fue así.
Lejos estamos bien.
No quiero que vuelvas. Vos tenés que ser libre. Y yo también.
Nuestra sabiduría reside en siempre haberlo sabido. Y nuestro amor renace en ese no-lugar. En una foto. En un video.
En un pedazo de memoria que alguna vez te regalé todos los días.
Debajo de una autopista, entre Flores y Colegiales, todavía somos jóvenes juntos. Los colectivos nos miran y no nos damos cuenta.
Y aunque todavía existe, yo ya me lo olvidé. Y vos también.
Mis mentiras más honestas siempre fueron para vos. Nuestra ficción ambigua no es infinita, ni es especial.
Voy a extrañarte un rato más. Tu lugar ya es de otro. Por suerte.
Avancemos.