Cuando en realidad es obvio que hace mucho que te desenamoraste de todo. Cuando la culpa, la nostalgia, las pocas ganas de estar sola y el cariño te siguen obligando a atarte, a aferrarte, a creer que eso que querés está ahí: Lo inmenso, lo abrumador, lo inconmensurable. El amor.
Y hoy, después de despertarme, siempre mareada y confundida, me tengo que esforzar en comprenderlo.
A mí me cuesta hacerme cargo de las cosas. Definitivamente.
Mañana, y al menos por un tiempo, es el fin de un momento difícil, intrincado, pedregoso, confuso y de dolor. Mañana empiezo a dejar algo que detesto. Que me vacía, me angustia, me desespera y me da ganas de llorar.
Empieza lo nuevo.
Y vienen libros, y viene la música y viene un proyecto muy personal y hermoso que estoy empezando a amar aún antes de que exista.
Entonces así me empiezo a hacer cargo:
De un encuentro de guardapolvos y corazones rotos.
De una relación infantil,corta y deshonesta.
De una ilusión de lejanía y cartas nunca respondidas.
Del vínculo más imberbe, sincero, completo y pasional.
De unos cuentos jamás leídos.
De una amistad, que más que así, fue amor sin corresponder.
De un cariño largo, placentero y descomprometido.
De una noche en la terraza, con estrellas y calor.
Para mí, la historia de mi vida. Para vos, la lejanía incomprensible de algo que jamás te perteneció.
Y siento lo mismo.
Y qué dolor.
Te dejo ir. Mucha suerte.
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