Lo cierto es que tengo muy claro qué es lo que quiero.
Tengo esta imagen mía. Como un cuadro de mi futuro. Es tan privado y perfecto que no me dan ganas de escribirlo. Pero la cuestión es que existe, está ahí, arraigado a mi cerebro. Y me da miedo.
Tengo una relación extraña con la soledad. Digamos que es como una especie de pariente con quien no tengo mucha afinidad, pero aún así, sabemos convivir. Compartimos momentos. Y nos conocemos mucho.
La verdad es que ya volvió hace bastante tiempo por estos pagos. Un año casi.
Al principio yo estaba negada a recibirla. No quería, no quería, no quería. Y es que a veces el amor te confunde y realmente te confiás en que va a durar para siempre. Y te creés capaz de todo.
Yo me reí de la soledad. Le escupí en la cara. Ella paciente, soportó mis maltratos. Me miró con parsimonia desde su rincón y esperó.
Lo que pasa es que sabía que en algún momento iba a volver. Que yo iba a tener que recibirla de vuelta, mientras me mordía la lengua por no pedirle disculpas.
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