Notas. Parte 2.

Con todo esto que estuve pensando, de que nos podemos morir en cualquier momento y que no me gustaría que la mayor parte de mi vida se malgaste en sufrir, creo que el efecto que estoy obteniendo es contraproducente.

Lo cierto es que tengo muy claro qué es lo que quiero.

Tengo esta imagen mía. Como un cuadro de mi futuro. Es tan privado y perfecto que no me dan ganas de escribirlo. Pero la cuestión es que existe, está ahí, arraigado a mi cerebro. Y me da miedo.

Tengo una relación extraña con la soledad. Digamos que es como una especie de pariente con quien no tengo mucha afinidad, pero aún así, sabemos convivir. Compartimos momentos. Y nos conocemos mucho.

La verdad es que ya volvió hace bastante tiempo por estos pagos. Un año casi.

Al principio yo estaba negada a recibirla. No quería, no quería, no quería. Y es que a veces el amor te confunde y realmente te confiás en que va a durar para siempre. Y te creés capaz de todo.

Yo me reí de la soledad. Le escupí en la cara. Ella paciente, soportó mis maltratos. Me miró con parsimonia desde su rincón y esperó.

Lo que pasa es que sabía que en algún momento iba a volver. Que yo iba a tener que recibirla de vuelta, mientras me mordía la lengua por no pedirle disculpas.


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